martes, 5 de junio de 2012



Energía: un concepto elemental de energía nos dice que es la capacidad que tienen los cuerpos de realizar un trabajo o entregar calor. Existen diferentes formas de energía tales como la cinética, que depende de la velocidad; la potencial, que depende de la posición; la energía calórica que depende de la diferencia de temperatura y otras como la hidráulica, eólica, eléctrica, nuclear, química, solar, etc.

Principio de conservación de la energía: tiene la misma forma del enunciado del principio de conservación de la masa y dice que: La energía no se pierde ni se gana, sino que se transforma. También es válida para este principio las restricciones que ya vimos en el principio referido a la masa, es decir, que la energía y la masa son interconvertibles mediante la ecuación de Einstein que vincula ambos parámetros con el cuadrado de la velocidad de la luz.
E = m C2


Interpretando las Leyes de la Termodinámica


El primer principio de la termodinámica, que afirma que la energía no puede crearse ni destruirse aunque sí transformarse de una forma en otra es, posiblemente, la más sólida y universal de las leyes de la naturaleza descubiertas hasta ahora.

La primera ley de la termodinámica, llamada a veces principio de conservación de la energía, viene a decir que la energía inicial y final en un sistema aislado son iguales en cantidad, aunque pueden ser diferentes en su formato. La cuestión es que no hay creación ni destrucción de energía, sino diferentes procesos de transformación de una cantidad total constante.

No hay creación ni destrucción de energía, sino diferentes procesos de transformación de una cantidad total constante

Interpretando este principio al pie de la letra, alguien podría pensar que la energía empleada para mover un coche podría ser empleada una y otra vez con los medios adecuados de aprovechamiento y reaprovechamiento energético, de forma que sólo sería cuestión de tiempo y tecnología el que esto pudiese llegar a suceder y los coches no tuviesen que repostar jamás. Nada más lejos de la realidad.
La eficiencia energética de un motor diésel moderno no es superior al 40%. Esto significa que, de la energía química contenida en el gasoil que entra en las cámaras de combustión, sólo 40 partes de cada cien se transforman en movimiento que puede utilizarse para impulsar el coche. El resto se pierde en forma de calor a través del tubo de escape, mediante el circuito de refrigeración y mediante la conductividad térmica del bloque del motor y todos los elementos que intervienen en el proceso. Todo ese calor acaba en la atmósfera, más y más disperso con cada segundo que pasa.

La segunda ley de la termodinámica afirma que “no existe ningún dispositivo que, operando por ciclos, absorba calor de una única fuente, y lo convierta íntegramente en trabajo”. Es decir que, necesaria e inevitablemente, perderemos cierta cantidad de energía por el camino. Esta energía perdida no se ha destruido, pero sí se ha transformado en una forma dispersa e inútil que no podría contribuir a un movimiento adicional del coche, al menos no en su totalidad. Es importante destacar que esta imposibilidad no es una limitación de la tecnología, sino una ley física universal e inquebrantable.

Necesaria e inevitablemente, perderemos cierta cantidad de energía por el camino

Por supuesto, existen multitud de tecnologías para intentar aprovechar, en la medida de lo posible, esa energía perdida, pero la clave aquí es “en la medida de lo posible”. Sin ir más lejos, BMW se centra obsesivamente en el reaprovechamiento de la energía térmica de sus motores en muchos de sus últimos proyectos: generación de energía eléctrica a partir del calor del tubo de escape, encapsulado del motor para alcanzar más rápido la temperatura óptima… pero constituyen siempre mejoras parciales, el aprovechamiento nunca podrá ser completo.



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